Para leer el artículo: "Flores, Modelos y Mujeres del Campo", clickéa en el siguiente enlace:
http://jardineroencaracas.blogspot.com/2009/03/flores-modelos-y-mujeres-del-campo.html
Cualquier palabra, con que quisiera enaltecer a estas heroicas mujeres ya está expresado en el artículo al que los he remitido. Sin embargo, ellas, las mujeres del campo, sólo son una parte de incontables mujeres, de todas las edades, en todas las profesiones (incuida, la injustamente menos valorada de todas: La profesión de "ama de casa", que merece una mención especial, porque es la profesión que la mayoría de las mujeres comparte con su quehacer remunerado), en todos los ámbitos de la sociedad. La madre, la hermana, la esposa, la hija, la amiga, la compañera de clase, de trabajo o de ideales. La mujer de carne y hueso, de alma sutilmente sensible. La mujer, que el postmodernismo y sus cansadas ideologías, han querido despojar de su femineidad, de su gracia, de su gracilidad, para convertirla en un "hombrecillo" estresado, mecánico, absurdo.
Mujer, con sus menstruaciones y menopausias, sus arranques y calenteras, que, nosotros, los siempre "equilibrados" hombres consideramos excentricidades, tonterías, y, que son en realidad, la manifestación de un volcán, que posee en su corazón un universo de disímiles ideas, sentimientos, afectos, deseos, ideales, sensaciones, necesidades inalcanzables para nosotros, los hombres, las más de las veces, tan poco rítmicos, por no decir estáticos. Pero, no son sólo, arranques y calenteras. Son también sueños, genialidades, suspicacias, risas que desconciertan, pero que son tan típicamente femeninas.
Altar de la vida humana: Óvulos, estrógenos, progesteronas, endometrio, ciclo, trompas de falopio, vientre. Términos, fríamente biológicos, que jamás podrán escribir ni describir la grandeza del misterio de la vida, que inhiere en el núcleo de la mujer. Misterio espiritual, porque más allá del hecho meramente reproductivo, en conjunción con el varón, la mujer se convierte en el primer y más cálido hogar de cada nuevo hombre y mujer.
Mujer, jardín babilónico, huerta florida, cuajada de frutos. Mujer... camino a Belén, pequeña aldeana, en quien el Señor se fijó para darle al mundo al Hijo de Dios. Y el Eterno se hizo frágil, lactante, para variar, en una mujer. Mujer, sin ti los relojes se paralizan, la historia se desdibuja, Dios no tiene aliados.
A decir verdad, el universo insondable no está más allá de nuestro planeta, está en tu alma, en tu corazón, en tu mirada, en tus lágrimas y tus sonrisas. Y, ciertamente, no termino de entender ese universo, pero eso no me impide reconocer su belleza y su grandeza.
¡Dios te bendiga mujer!
Mujer, con sus menstruaciones y menopausias, sus arranques y calenteras, que, nosotros, los siempre "equilibrados" hombres consideramos excentricidades, tonterías, y, que son en realidad, la manifestación de un volcán, que posee en su corazón un universo de disímiles ideas, sentimientos, afectos, deseos, ideales, sensaciones, necesidades inalcanzables para nosotros, los hombres, las más de las veces, tan poco rítmicos, por no decir estáticos. Pero, no son sólo, arranques y calenteras. Son también sueños, genialidades, suspicacias, risas que desconciertan, pero que son tan típicamente femeninas.
Altar de la vida humana: Óvulos, estrógenos, progesteronas, endometrio, ciclo, trompas de falopio, vientre. Términos, fríamente biológicos, que jamás podrán escribir ni describir la grandeza del misterio de la vida, que inhiere en el núcleo de la mujer. Misterio espiritual, porque más allá del hecho meramente reproductivo, en conjunción con el varón, la mujer se convierte en el primer y más cálido hogar de cada nuevo hombre y mujer.
Mujer, jardín babilónico, huerta florida, cuajada de frutos. Mujer... camino a Belén, pequeña aldeana, en quien el Señor se fijó para darle al mundo al Hijo de Dios. Y el Eterno se hizo frágil, lactante, para variar, en una mujer. Mujer, sin ti los relojes se paralizan, la historia se desdibuja, Dios no tiene aliados.
A decir verdad, el universo insondable no está más allá de nuestro planeta, está en tu alma, en tu corazón, en tu mirada, en tus lágrimas y tus sonrisas. Y, ciertamente, no termino de entender ese universo, pero eso no me impide reconocer su belleza y su grandeza.
¡Dios te bendiga mujer!
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1 comentario:
Gracias...por la parte que me toca...muy bonito, de verdad eres un poeta!!!
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