En esta tercera parte, trataré sobre la tendencia actual de atribuirle a cosas (minerales, cuerpos celestes [planetas, estrellas], muebles u objetos diversos) , animales y plantas, o a la disposición de estos elementos, efectos superiores a su inherente naturaleza material. Técnicamente, cuando a un objeto inanimado, o a plantas, o a animales, o a secuencias de actos o cosas, sin que haya una verdadera relación de causa y efecto, se le atribuyen consecuencias superiores a su propia esencia (física, química o biológica), incluidas las (consecuencias) de naturaleza moral, que son propias de las personas y derivan de su actuar libre, se habla de superstición. Como ya escribí en la parte II, a las supersticiones tradicionales, hoy día, se le han sumado las de carácter orientalista. Y a las prácticas supersticiosas tradicionales, además, se les ha "repotenciado" y dado una cobertura mediática sin precedentes. En tal sentido, las antiguas "taguaras" han sido sustituidas por llamativas tiendas en los grandes centros comerciales (mall), que ofrecen todos los objetos "mágicos" (incluidas plantas, y, sobretodo, minerales), talismanes, recetas, formularios, libros, entre otros, que los "maestros psíquicos" ya han publicitado previamente en la televisión.
La jardinería no ha escapado a esta ola de "magia express". Siempre se ha atribuido a las plantas efectos mágicos, esto no es nuevo; lo nuevo, es que hoy día, todo esto cuenta con una plataforma publicitaria y empresarial bastante agresiva. Desde esta plataforma, con o sin base, en las culturas china, japonesa, africana e indú, por ejemplo, se promueven actitudes y ritos complejos, recargados, en algunos casos -debido a la multitud de detalles- impracticables... Es allí cuando viene en auxilio del "creyente" una multitud de programas, revistas, cursos, entre otros, que, por lo general, tienen un costo, no siempe bajo. En el feng shui, por ejemplo, tenemos una multitud de combinaciones espaciales, en el área indú, toda una gama de mantras; en el ámbito de la "mineralogía", listas interminables de piedras. En muchos casos, todo esto se combina, muy hábilmente, con elementos de la cultura cristiana y de superstición criolla. De este modo, se crea una atmósfera aparentemente espiritual, en la que el individuo coloca, sus decisiones, su vida cotidiana, su propia existencia, llegando a una especie de pintoresca y enfermiza dependencia de una complicada "telaraña" de acciones y cosas.
Desde esta perspectiva, para un cristiano, qué valor tienen las realidades naturales, ¿acaso, los seres humanos, no formamos un "todo" cósmico con las demás criaturas que les rodean, y esta condición no tiene efectos reales en sus vidas? ¿Y no es legítimo, debido a este "todo" cósmico, practicar un culto a favor de aquella que nos brinda oxígeno, agua, alimentos, paisajes: La tierra? Estas preguntas serán respondidas en la próxima entrega de Hermano sol, hermana luna... ¡Hermano lobo! o la jardinería desde una perspectiva cristiana.
Desde esta perspectiva, para un cristiano, qué valor tienen las realidades naturales, ¿acaso, los seres humanos, no formamos un "todo" cósmico con las demás criaturas que les rodean, y esta condición no tiene efectos reales en sus vidas? ¿Y no es legítimo, debido a este "todo" cósmico, practicar un culto a favor de aquella que nos brinda oxígeno, agua, alimentos, paisajes: La tierra? Estas preguntas serán respondidas en la próxima entrega de Hermano sol, hermana luna... ¡Hermano lobo! o la jardinería desde una perspectiva cristiana.
Sigue la secuencia de esta serie:
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