Salí temprano para "saltarme" las colas, pero después de intentar varios atajos, me convencí que no había otra mejor opción que la autopista (Francisco Fajardo). Ayer fue distinto, logré abarcar decenas de kilómetros en contadas horas, de tal modo que atravesé a Caracas de oeste a este hasta tres veces. Ya metido en la tranca, me lo tomé con calma. Pero tomármerlo con calma, no significaba rendirme a la ineficacia; así que empecé por hacer limpieza en mi "koala": Boté todas las facturas y los recibos de los cajeros automáticos ya caducados. Una vez hecha la limpieza, ordené los papeles sobrevivientes. Revisé las tareas del día y, entre frenadas y arrancadas, llegué al "caño" del Guaire: Un lugar en el que se suelen reunir un grupo de garzas blancas. Entre lamentarme y alegrarme por este espectáculo urbano salpicado de vida silvestre, me decidí por lo último. No deja de ser sorprendente. Las garzas llevan décadas arraigadas en ciertas "riveras" de este río saturado de contaminantes, y su población no sólo no ha mermado, sino que ha aumentado sensiblemente.
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