miércoles, 14 de julio de 2010

ÁVILA, SIEMPRE ÁVILA

En los cambios “nominales” acaecidos en los últimos años, se incluyó a nuestro amado Parque Nacional, ubicado en la Cordillera de la Costa, con vertiente hacia Caracas y el Litoral Central. La verdad, no me incomodan los vocablos indígenas. ¡He crecido entre ellos!: Nacido en Caracas, radicado de tan sólo tres años en Macuto, he transitado, más de la mitad de mi vida, por La Guaira, Caraballeda, Naiguatá, Caruao, Pariata, Maiquetía, Catia (La Mar), Mamo, Carayaca, Tarmas (todos con nombres indígenas), y pare Ud. de contar.

El Ávila, visto desde Catia (Oeste de Caracas)


El Ávila, desde Artigas (Suroeste)

Al recorrer mentalmente, el hoy Estado Vargas, me doy cuenta cuan arraigada está la cultura indígena en nuestras vidas. Si cruzamos la imponente montaña por el Camino de Los Españoles, desde Quenepe, llegaremos a Caracas, cuyo nombre es indígena, pero además tenemos, en la Ciudad Capital, a Catia, Chacao, Chuao, Antímano, Baruta, Petare, Mariche. Más allá de estos predios, nos encontramos a Guarenas, Guatire, Maracay, Nirgua, Borburata, Anaco y una lista casi interminable de nombres indígenas. Así, que nadie podrá decir que la cultura indígena fue borrada o silenciada en Venezuela. Para ello, tendrían que despojar de su nombre indígena, posiblemente, a más de dos tercios de los estados, las ciudades, pueblos, caseríos, parques nacionales y regiones enteras. Tendrían que “borrar” del mapa la arepa, la cachapa y hasta la hallaca. Tarea más que imposible. Así, que este no es el caso. Somos, sin embargo, una nación gloriosamente mestiza, de tal modo, que a estos centenares de nombres indígenas, se les suman otros de la cultura africana (Birongo, por ejemplo), española (Mercedes, Valencia, Mérida, entre otros), alemana (Humboldt), francesa (Bonpland). Y nuestra, cultura, hoy día, ha asimilado nombres, platos y costumbres de la cultura italiana, árabe, libanesa, china y, nuevamente, pare Ud. de contar.

El Ávila: Altamira (Este)

Por eso, consciente de que no hay ningún rollo racial-etimológico, me quedo con el nombre Ávila, para mi querida montaña. No tengo nada contra el término Guaraira Repano, pero no me dice nada. Esa palabra, para nada me evoca el reto de mi primera subida a San José de Galipán, mi primera acampada en Rancho Grande, mi primera “guerra” con barro en el río de Galipán, o mi primera “duchada” en Lagunazo, o mi primera subida y bajada en un día (aunque Ud. no lo crea) al Pico Naiguatá (¡que tiempos aquellos!), o mi primera acampada familiar en Los Venados. En cada uno de estos acontecimientos de mi adolescencia, juventud y adultés, ha sido El Ávila la montaña de mis aventuras, de mis sueños, de mis cansancios y de mis amores. Es ella, con ese nombre, el que está grabado en mi corazón y en las estrías de mis músculos. Todo eso, está magistralmente plasmado en la canción de Ilán Chester: “Cerro El Ávila” (que, desde hace más de un par de años, es el ringtón “oficial” de mi celular. Y es que esta canción encierra para mí todo un mundo de maravillosas vivencias). Y eso, va más allá de una moda, de un decreto. Es algo “genético-existencial”. Por esto y otras muchas razones más, para mí: Ávila, siempre Ávila.

Es Ávila visto desde Campo Alegre (Este)


El Ávila, desde Chacao (Este)


El Ávila visto a la altura de la Urbanización Santa Rosa de Lima

Para escuchar "Cerro El Ávila" de Ilán Chester, pincha aquí: http://www.cuandoerachamo.com/ilan-chester-cerro-el-avila

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1 comentario:

Fabby Olano dijo...

También me encanta el Ávila y tanto, tanto, tanto, tanto, tannnntooo, que le hice una canción.
Gracias por las imágenes.