En ocasiones, cuando tengo que visitar un nuevo jardín, para iniciar un proyecto, me llevo la cámara. A veces, hay una que otra oportunidad, en medio de las rutinarias colas vehiculares, o en algún jardín al que le hago mantenimiento, para fotografiar la fauna del otrora "Valle de Caracas", que forzosamente se ha adaptado a la vida urbana. Todo se resuelve en unos pocos segundos. Los suficientes, para evitar que el conductor del carro de atrás empiece a meterme apuro con su corneta. Sin embargo, también debido a este apuro cotidiano, uno se priva de conseguir imágenes privilegiadas (como la de una garza, que justo a mi lado, con un veloz picotazo, atrapó un verdín (lagartija) y se lo engulló. Cierto que le tomé la foto, pero no cuando el pequeño reptil se retorcía en su pico antes de ser comido). Como de costumbre, debo elegir entre reír o llorar por lo que veo. Y aunque siempre procuro ver el lado bueno de las cosas, no deja de pegarme ver a las blancas garcitas en medio de las islas de basura en el Güaire, u otras muchas situaciones parecidas. Pero la vida -en este caso la vida silvestre- no se deja atrincherar, es el caso de las grandes y bulliciosas colonias de loros y guacamayas, las mismas poblaciones de garzas y las guacharacas de las zonas más pobladas. Abajo les dejo algunos testimonios de esta sobrevivencia esperanzadora.
Esta guacharaca no será más que el preludio de una pequeña invasión de guacharacas, a las que no les importó para nada que yo trabajase cerca de allí
Esta es una garza muy grande (Ardea alba), la foto fue tomada entre Punta de Mulatos y Guanape, en el Edo. Vargas. Al lado, un zamuro
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